Descripción de los reflejos... del sol en mi pelo.
Casi como una extraña en el país del mundo paralelo, me siento a mirarme en el espejo, mientras una señorita con gorro de cama, reposa en el medio de las estrellas...
Veo mis arruguitas, recién nacidas, pensándose, casi como simulacros de tiempos pasados, hablando en idiomas extraños, que acaso mis manos hablan en silencio.
Mi boca, como un sueño carmín, me espía, con ganas de hablarme, y decirme que casi todo se rebela entre el sueño y la vigilia de las noches de placer. Suenan mis dientes rechinantes... Hoy hace frío.
Dentro de mis pómulos distingo copos del algodón del ayer, casi someros plumones del gorrión que una mañana descubrí entre mis cabellos... Imagino que se habrá retirado... y sus plumas hoy me visten.
Desde mi frente me abraza la pasión extraña de una sabiduría ancestral que me envuelve, como severa idea del sueño de un viejo heredero de las ideas...
Mis orejas, casi rojas del esfuerzo por mantener el calor que de a poco va culminando en el frío del eterno invierno, me sollozan la prohibición del silencio.
Por fin, mis ojos, esos que desde verdes, nacidos de semilla, se revuelven en sí mismos, para crear el laberinto oscuro de mis viejas ideas de paciente esmeralda. Ya no soy piedra, no soy el despellejo del yugo de un escultor distraído...
Soy yo, la que estaba del otro lado hace un segundo.
Veo mis arruguitas, recién nacidas, pensándose, casi como simulacros de tiempos pasados, hablando en idiomas extraños, que acaso mis manos hablan en silencio.
Mi boca, como un sueño carmín, me espía, con ganas de hablarme, y decirme que casi todo se rebela entre el sueño y la vigilia de las noches de placer. Suenan mis dientes rechinantes... Hoy hace frío.
Dentro de mis pómulos distingo copos del algodón del ayer, casi someros plumones del gorrión que una mañana descubrí entre mis cabellos... Imagino que se habrá retirado... y sus plumas hoy me visten.
Desde mi frente me abraza la pasión extraña de una sabiduría ancestral que me envuelve, como severa idea del sueño de un viejo heredero de las ideas...
Mis orejas, casi rojas del esfuerzo por mantener el calor que de a poco va culminando en el frío del eterno invierno, me sollozan la prohibición del silencio.
Por fin, mis ojos, esos que desde verdes, nacidos de semilla, se revuelven en sí mismos, para crear el laberinto oscuro de mis viejas ideas de paciente esmeralda. Ya no soy piedra, no soy el despellejo del yugo de un escultor distraído...
Soy yo, la que estaba del otro lado hace un segundo.